En Cristo, encontramos la fuente de nuestra unidad como cristianos. Esta unidad no es uniformidad, sino una armonía en la diferencia, reflejando la rica tapicería de la creación de Dios. Nos mantenemos firmes en las tradiciones apostólicas, transmitidas a través de los siglos, que nos anclan en la fe de nuestros antepasados. Estas tradiciones no son reliquias estáticas, sino ríos vivos de sabiduría que nutren nuestra vida espiritual.
El amor al prójimo es la expresión práctica de nuestra fe. En cada rostro, vemos la imagen de Dios; en cada necesidad, una oportunidad para servir a Cristo. Este amor trasciende fronteras, supera prejuicios y nos desafía a vivir el Evangelio en cada aspecto de nuestras vidas.
Que nuestro testimonio de unidad, tradición y amor sea una luz en este mundo, atrayendo a todos hacia la gracia transformadora de nuestro Señor Jesucristo.
Rvdmo. Rosendo Usuga, Obispo